Aspectos
armónicos
Los
aspectos benéficos de Júpiter y Plutón simbolizan al hechicero de la tribu en
la sociedad arcaica. Da interés por la sabiduría arcana, por todo lo que
implica al mismo tiempo religión y magia, por lo sobrenatural. A menudo hay
intuición de una vida después de la muerte. Existe una tendencia filosófica a
buscar las causas de las cosas, a trascender yendo más allá de lo visible. De
este aspecto puede decirse que busca la verdad, a veces entre tinieblas.
Inclinan
al espíritu a desarrollar una filosofía consecuente y fiel a las leyes de causa
y efecto. Hace desarrollar un criterio poco ambiguo, de opiniones definidas
aunque también cautas y reservadas, un juicio que le da importancia al sentido
del castigo y la recompensa y que tiende a defender con pasión sus creencias
una vez que se decide por ellas. Puede ser fiel guardián de lo que se le confíe.
La persona puede hacerse respetar usando la amenaza o tomando decisiones
drásticas cuando es necesario.
Por
otra parte estos aspectos simbolizan un estado de satisfacción de las
necesidades instintivas que son vividas integrándolas en la vida moral, sacando
incluso virtud de ellas. El individuo suele tener unos instintos desarrollados
que le dan confianza en sus recursos y en su capacidad de reacción ante el
peligro o lo desconocido. Tiene capacidad ejecutiva y fortaleza moral. Suele
confiar en un tino y sabiduría instintiva y en sus propias posibilidades de
regeneración. Estará abierto al cambio y sacará beneficio y crecimiento de
situaciones críticas.
Aspectos inarmónicos
En
esta combinación se encuentra simbolizada la distancia entre el bien y
el mal, pero también la dificultad de distinguir entre ambos, pues a veces un
bien determinado produce un mal mayor y viceversa. Como el ermitaño, se busca
la verdad en medio de la oscuridad. Tiende a buscar en lo arcano, en lo
esotérico.
Este
aspecto denota en alguna forma el descontento ya que otorga un espíritu
insatisfecho. No solo cierta ansia de opulencia y poder de compra, sino una sed
de infinito y de verdad, que parece no llenarse. Es propenso a la inquietud y
el sufrimiento espiritual, a “comerse el coco” y a darle vueltas a ciertas
cuestiones filosóficas, a evidenciar dudas morales.
Aquí
hay a menudo una filosofía justificadora de la ley de la selva o del “ojo por
ojo, diente por diente” que en la educación se inclina al castigo y puede ser
partidario de la justicia extrema. Puede ser radical y ofensivo en la expresión
de sus ideas o juicios, dejarse llevar de forma compulsiva o manifestarse
condenatorio o destructivo en sus críticas u opiniones.
Este
aspecto tiene, sin duda, algo salvaje que no termina de ajustarse socialmente;
cierta falta de disciplina ya que a la persona le cuesta moderar sus
necesidades y reprimir algunos instintos que tienen algo de potro sin domar. No
es raro que se destruya la fe y que se desarrolle una actitud de encono hacia
todo lo que pretenda adoctrinar o que demande confianza y fe. Inclina a hacer
ostentación de poder o de medios y a abusar del terror para hacerse respetar.
Por
otra parte, se observa una inconsciencia que tiende a correr riesgos y que se
expresa en los terrenos especulativos o financieros y principalmente en la
emisión de opiniones sin importar sus efectos. Es propenso a meterse en
aventuras peligrosas. En alguna medida, la tentación de lo prohibido inclina a
traspasar las leyes o las normas. En su peor registro inclina a la blasfemia y
la animosidad por todo la que huela a religión establecida, a la apología de la
destrucción, la justificación ideológica del terrorismo o el crimen, o a
filosofías corruptas y sin principios en las que el fin justifica los medios.
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